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domingo, 19 de julio de 2020

Un hermano ayuda a su hermano



A principios del año pasado, mi hermano mayor tuvo un grave accidente automovilístico. Se golpeó hasta el punto en que pasó varios meses en el hospital y luego varios más en rehabilitación física. Todavía no se había recuperado completamente cuando lo enviaron a su casa vacía; se había divorciado de su esposa un año antes de estrellarse.

Una semana después de que llegó a casa, me detuve en su hogar para dejar sus compras, ya que ir de compras era algo que no estaría haciendo por algún tiempo gracias a su espalda en mal estado. Cuando terminé de guardar los comestibles para él, lo escuché decir algo desde la sala de estar.

"¿Huh?" Pregunté mientras caminaba por el comedor." Estaba guardando tu comida".

"Acabo de comprar una porno, ¿tienes prisa o puedes quedarte y verlo conmigo?", Preguntó.

sábado, 18 de julio de 2020

Dando sexo oral en un cine porno

Los que vivan en la ciudad de México posiblemente hayan oído del Cine Teresa. Hoy convertido en una plaza de electrónica varia, alguna vez fue un cine para adultos muy conocido, en parte por estar sobre una de las avenidas más importantes, como por ser un lugar muy frecuentado por la comunidad gay y uno de los primeros lugares del giro que llegue a visitar, y también uno de los últimos. Ahí fue donde me paso lo que estoy por narrar.

Años antes de que lo cerraran, en un viernes como cualquier otro, yo salía de la oficina e iba camino a mi casa. No sabría decir bien que me sucedió, cuando salí de la oficina estaba pensando que cenar, si me daría tiempo de ir a comprar esto o aquello, y que pendientes tendría para el lunes que regresáramos a trabajar. Menos de una hora después de salir, y sin entender bien las razones, estaba pagando mi boleto, deseoso de terminar la noche en algún hotelucho de la zona. Todo sin planearlo o pensarlo, solo con las ganas del momento. Quizás no termino como lo esperaba, pero sigue siendo una de mis experiencias favoritas.

La musa y yo

Revisaba documentos en mi escritorio cuando apareció Mike. Me saludó con un gesto de mano y una sonrisa de perfecta y blanca dentadura.

Me alegré al verlo. Después de una tarde ajetreada necesitaba una pausa y hablar un poco resultaría provechoso como un sorbo de agua en el implacable desierto. -Pasa -le dije con entusiasmo mientras me levantaba y le sonreía. -¿Qué se te ofrece?

Mike ingresó en el aula y con su habitual educación inclinó un poco la cabeza y me estrechó la mano. -Pasaba a ver si ha hecho dibujos nuevos -me dijo.

-Oh, sí -manifesté mientras abría mi carpeta. -Aquí tienes.

Mike tomó el voluminoso bulto compuesto por unos 40 dibujos. Había ilustraciones de animales, coches, criaturas y para mi desdicha otras que no debían estar ahí. El corazón se me aceleró cuando vi los ojos de Mike agrandarse por la sorpresa y su bonito rostro teñirse de rojo.