sábado, 18 de julio de 2020

Él sacerdote, yo seminarista

Esto me sucedió en 1987 cuando yo era seminarista en el Estado de México, es una historia 100% real.

Era el primer día de mi tercer año en el seminario, estábamos reunidos en el comedor los más de 100 seminaristas y como era costumbre cada año, se presentaban los sacerdotes que serían nuestros rectores y profesores, me dispuse a escuchar una aburrida presentación cuando su voz me atrapó por completo.

Buenas tardes jóvenes, soy el padre Martín Juárez, tengo 27 años, seré su profesor de lógica, ecónomo del seminario y su consejero, cualquier cosa que necesiten díganme, les aclaro que no tolero los juegos de niñas, nada de que hoy le hablo a fulano y mañana ya no, ¿De acuerdo? si necesitan hablar con alguien aquí estoy, si necesitan dinero pídanme (cuando dijo esto me desagradó mucho y así le comenté a mi compañero de al lado) y si se quieren dar de golpes pues búsquenme y lo hacemos, estoy para servirlos en lo que sea, ¿Alguna duda?


Usted dice que está para servirnos en todo, ¿cierto? Pregunté levantando la mano, ¿incluye lo que sea?

Mis compañeros voltearon a verme y de inmediato comprendieron que mi pregunta estaba cargada de doble sentido.

¿Acaso no he sido claro? Respondió el padre Martin, he dicho que estoy para servirlos en lo que sea.

¿En lo que sea? ¿Está seguro que puede servirnos en "todo"? Repliqué yo poniendo un especial énfasis a la palabra todo.

En todo joven, si no entiendes alguna materia solo pregúntame, si tienes cualquier duda o necesitas algo solo dímelo, estoy para servirte en todo, lo que sea, sin excepción, ¿Te queda claro? ¿Cómo te llamas?

Mis compañeros empezaban a reír por lo bajo y yo sentí que me sonrojaba y solo atiné a responder, me llamo Ben.

Pasaron algunos días y yo evitaba la cercanía del padre Martin por dos motivos, el primero porque me era antipático, su aire altivo al caminar y su mirada directa me parecían de una arrogancia fuera de lugar, el segundo motivo, su físico, me atraía terriblemente. 1.75 de estatura, espalda ancha, cintura delgada, cadera estrecha, piel morena clara, pelo negro y rizado, ojos negro azabache, pestañas chinas y largas, nariz respingada, labios regulares, dientes blancos y alineados, se dejaba la patilla hasta media mejilla, el bigote y la barba cerrada se los rasuraba cada tercer día y lo hacían lucir muy pero muy sexi y guapo, vestía durante clases jeans y camisa de manga larga que se doblaba hasta arriba de los codos y se dejaba desabotonada dos botones a través de los cuales se apreciaba un crucifijo plateado que resaltaba más en el negro y rizado vello que cubría su pecho.

Éramos 14 los seminaristas gays y formábamos una especia de grupo en donde solíamos reunirnos cada semana para platicarnos nuestros secretos, deseos, fantasías e incluso aventuras que se daban entre los demás compañeros que, si alguno de los que se decían heterosexuales sorprendía a algún miembro del grupo comentar con otro su aventura, de inmediato comenzaban a molestarlo, así pues, esas reuniones nos servían mucho y fue en una de esas reuniones cuando el padre Martin se acercó a nosotros.

Yo no lo vi hasta que me dijo Alberto, ahí viene tu adorado tormento, voltee la cabeza y en efecto, el padre Martin se acercaba a nosotros, los demás se fueron retirando discretamente y nos quedamos el padre y yo.

¿Por qué se van tus compañeros Ben? Preguntó el padre.

No lo sé padre, respondí yo, deben de estar atrasados con alguna tarea.

No lo creo, dijo el padre, se nota que no les agrado, pero eso no importa, con quien quiero hablar es contigo.

Dígame padre, ¿Hay algún problema? Le dije con voz que trataba de sonar tranquila, su cercanía y el sonido de su voz me ponían nervioso...

Tranquilo Ben, dijo el padre, solo quiero platicar contigo, lo que pasa es que he estado platicando con algunos de tus compañeros y todos me dicen que es mentira que les caigo mal y quisiera saber que estoy haciendo mal, nadie se acerca a mi y todos dicen que tu eres el mas directo y sincero, así que ven, vamos a dar una vuelta por el centro del pueblo y así me dices lo que tu y los demás piensan de mi.

Salimos del seminario y fuimos a comer a un restaurante pequeño que estaba fuera del pueblo, que irónicamente se llamaba "Sotanas" me dijo que se iba a tomar algunos tragos para acompañar la comida pues le gustaba mucho el vino, le dije a grandes rasgos el motivo por el cual a casi todos nos caía mal pero sin mencionar que me gustaba, sin embargo creo que él lo intuía, así pues, entre la comida y trago y trago de vino vimos anochecer y el padre ya estaba muy mareado cuando salimos de lugar, tomamos un taxi para regresar al seminario y al bajar del taxi le dije al chofer que yo me hacía cargo de ´rl...

Antes de entrar al seminario vi que el padre Martin se tambaleó un poco debido a que el aire hizo que se acabara de emborrachar, sacó sus llaves y torpemente quiso abrir la puerta sin éxito así que le quité las llaves y abrí la puerta, lo llevé directamente a su cuarto y vi que en los dormitorios de nosotros los seminaristas, ubicados en el segundo piso, todo estaba oscuro, perfecto, pensé yo, nadie se dará cuenta que llegamos tarde.

Siendo sinceros, yo solo pensaba dejar al padre en su cuarto e irme a mi cama pues estaba cansado pero las cosas no siempre salen como uno las planea...

Nada más entrar al cuarto del padre lo llevé hasta su cama y se dejó caer pesadamente en ella, estaba por salir cuando me di la vuelta y le dije que si lo ayudaba a quitarse los zapatos, dijo que si pero que también lo ayudara a ponerse su pijama para dormir cómodo, voy a ver al padre en ropa interior, pensé contento para mis adentros, si los demás lo supieran se morirían de la envidia...

Le quité los zapatos, los calcetines y procedí a desabotonarle su camisa y al hacer esto no pude evitar un estremecimiento al rozar con mis dedos su pecho velludo, le quité la camisa y fue cuando empecé a desabrocharle el cinturón para bajarlo, él se recostó en su cama y levantó la cadera para facilitarme el trabajo, al dar el tirón para bajar el pantalón se bajó un poco su bóxer negro y pude apreciar una tupida mata de vello púbico y comencé a temblar...

¿Tienes frío Ben? Preguntó el padre Martín, si quieres puedes quedarte aquí conmigo y temprano te vas a tu cama.

¿Está seguro padre? Yo soy muy loco para dormir, me muevo para todos lados y no lo dejaré dormir, dije sonriendo un poco.

No importa Ben, anda, quítate la ropa, saca de mi buró mi pijama y una para ti y acuéstate conmigo...

Me desvestí y quedé solamente en trusa y me di cuenta que el padre aún tenía el pantalón a medio quitar, así que me incliné sobre él y se lo acabé de quitar.

Deje le subo el bóxer para ponerle su pijama padre, le dije yo, tomando su bóxer con dedos temblorosos.

No me pongo la pijama con el bóxer, dijo él y tomando mis manos las empujó hacia abajo para que le quitara el bóxer.

Apareció ante mis ojos el pene del padre Martín, no pude evitar quedarme quieto como estatua mientras lo contemplaba, era simplemente un pene hermoso, moreno, grueso y el glande cubierto por el prepucio, los huevos que yacían debajo eran grandes y velludos...

Me fue imposible no excitarme ante tal visión y al estar en trusa era más que evidente mi erección, con una mano traté de cubrir mi pene y con la otra abrí el cajón del buró para sacar las pijamas, fue cuando el padre volteó y se dio cuenta de mi erección.

¿Te excita verme el pene Ben? Preguntó el padre Martín con ojos medio cerrados y voz que denotaba su borrachera.

No, dije yo con voz temblorosa, ¿Cómo puede creer eso?

Vamos Ben, todos dicen que eres sincero y directo, vamos, mírame y dime la verdad, ¿Te gusta lo que ves?

De acuerdo, dije yo, si, si me gusta padre y sin esperar a que dijera algo le agarré el pene y lo empecé a acariciar, fui bajando la piel para dejar al descubierto la cabeza de su pene y con la otra mano le acariciaba los vellos de su pecho, rápidamente su pene comenzó a crecer y palpitaba en mi mano, pronto alcanzó su máximo esplendor, debía medir alrededor de 19 centímetros, Dios, qué pene tan hermoso!!!

Tuve unas ganas enormes de probarlo y mientras lo pensaba creo que el padre me leyó la mente, estiró su mano hasta mi cabeza, me tomó del pelo y la llevó hasta su pene, el solo olor de su pene me enloquecía, olía a hombre, a macho, saqué la lengua y la pasé por la cabeza de su pene, me gustó mucho su sabor y comencé a chupar poco a poco, primero la cabeza, luego bajé un poco mas, descendí hasta la mitad y el padre gimió, me empujó mas la boca y traté de meter todo su pene en mi boca pero no me cabía, empecé a meter y sacar su pene hasta donde me era posible, una mano seguía acariciando los huevos y con la otra jugueteaba con el vello de su pecho.

El padre se movía suavemente empujando su pene dentro de mi boca, su pene se sentía duro y parecía que en cualquier momento iba a estallar, de pronto el padre metió una mano debajo de mi trusa acariciando mi trasero, sentí como una descarga eléctrica cuando introdujo un dedo en mi ano produciéndome placer y dolor a la vez.

¿Te duele mucho Ben? Preguntó el padre

No padre, no me duele nada, mentí para que continuara con su labor.

Sigue así, sigue chupando mi pene, me gusta como lo haces, anda, no pares de hacerlo.

Yo muy obediente me di a la tarea de continuar dando placer al padre, el, luego se estar un rato con su dedo entra y sale de mi ano, pasó su mano hacia adelante, me bajó el trusa y agarró mi pene, lo empezó a acariciar con delicadeza, subía y bajaba su mano en una lenta y sabrosa masturbación, yo estaba que no la creía, todo me parecía un sueño...

Sentí que el padre estaba a punto de eyacular pues en su pene las venas parecían que estallaban, lo saqué de mi boca y decidí solo acariciarlo muy despacio, el seguía con su labor de masturbarme y yo también sentí que en cualquier momento eyacularía así que sin mas preámbulos le solté:

Padre, quiero sentirlo dentro de mi, sentir que su esencia recorre mi interior quemándome por dentro...

¿Quieres que te penetre Ben? Dijo el padre, no quiero hacerte daño y...

No se preocupe padre, dije yo sin esperar que terminara de hablar, yo sé lo que quiero y eso es justamente lo que quiero, vamos padre, penétreme!!

Como el padre no se podía poner de pie debido a su estado de ebriedad, decidí llevar yo las riendas de la situación.

Quédese boca arriba padre, yo me encargo de lo demás, le dije al momento que me subía encima de su cuerpo, me puse saliva en mi ano y me monté sobre su pene, al principio me dolió mucho y me costó trabajo que entrara la cabeza de su pene pero poco a poco fui haciendo presión hasta que entró en su totalidad, sentir esos 19 centímetros dentro de mi me ponía a mil, el padre me tomaba de la cadera y acariciaba mi trasero a medida que yo cabalgaba sobre su delicioso pene, era enloquecedor sentir semejante pedazo de carne dura dentro de mi, ese calor me volvía loco y trataba de no gemir muy fuerte para que nadie escuchara.

No aguanté las ganas de agarrar mi pene que estaba duro a mas no poder y el padre al darse cuenta quitó mi mano para masturbarme el mismo, no hace falta morir para alcanzar el cielo pensé yo, me incliné un poco sobre el y con las manos jalé su cabeza hacia mi y pude probar sus labios por primera vez, fue un beso ardiente y corto debido a la posición en la que estaba, regresé a mi cabalgata con mas frenesí pues sentía que el padre no tardaría en eyacular, el a su vez aumentó el ritmo de su mano sobre mi pene y casi al momento que eyaculé arrojando chorros de semen sobre su cuerpo sentí dentro de mi cuerpo como el arrojaba el suyo, una sensación de gran placer me invadió al sentir recorrer dentro de mi ese semen caliente que ardía en mi interior...

Permanecimos quietos durante largo rato, no quería moverme pues deseaba que el pene del padre no saliera de mi ano, inevitablemente su pene comenzó a perder dureza y tamaño hasta que se salió de mi... Me levanté, fui al baño a buscar papel higiénico para limpiar el pecho del padre que estaba lleno de mi semen, él no se había movido para nada y creí que estaba dormido, una vez lo limpié iba a ponerle su pijama, vestirme e irme a mi cama cuando me dijo.

No me pongas la pijama ni te vistas, quiero que te duermas conmigo así, desnudos los dos.

Obedecí, me metí a la cama con él, lo abracé y volvimos a besarnos, su mano comenzó a jugar de nuevo con mi pene que al instante se puso duro de nuevo, toqué el suyo y estaba igual que el mío.

¿Por lo visto no vamos a dormir verdad? Le dije mordiendo suavemente sus labios.

¿Dormir? Se sonrió ¿Quién piensa en dormir si aún nos falta mucho por hacer? Además yo te dije que estaba para servirte en lo que fuera, sin excepción de nada ¿Lo recuerdas? Desde ese día intuí que esto es lo que tu querías así que vamos a continuar.

Como usted mande padre, usted es el sacerdote y yo el seminarista, mi deber es obedecerlo!!!

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