domingo, 19 de julio de 2020

Follando con el novio de mi hijo y…



Tengo una vecina que es asidua leyendo esta página de relatos eróticos. Ella siempre leía los relatos heteros, los de infidelidad, dominación y orgías. Por amistad en una conversación le descubrí la página y se hizo asidua. Un día me pregunta:

—Janpaul, ¿esos relatos escritos por un tal Janpaul en CuentoRelatos son tuyos? ¿Eres tú ese Janpaul?

Evidentemente me puse colorado, no porque yo sea gay, que eso lo sabe de hace tiempo y siempre me decía «qué buen novio harías de mi hijo», pero yo tenía mis novios ya antes de ponerme a vivir allí, sino porque ya sabe lo cochino que soy. Cuando compré las dos viviendas del 7º piso, ella que vivía en el 6º y se ofreció a ayudar. Aunque no fue necesario, nos hicimos amigos y un día le conté toda la historia y es cuando me dijo que su hijo también era gay.



Me hice amigo de su hijo, se llama Ismael, porque solo es dos años menor que yo, pero nunca nos enamoramos, entre otras cosas porque yo ya tenía novio y mi novio le sobrepasa en tipo, hermosura y nivel cultural, además de que yo amo mucho a mi pareja. Pero invitamos varias veces al hijo de mi amiga, a venir con nosotros a la disco y por fin tuvo su novio. Se llama Luis, un chico medianamente bien, no era una escultura, pero mejor que el 70% de la población masculina gay.

Ismael es bien coqueto, tiene un culito que llama la atención y resiste las embestidas cuando lo follan sin quejas pero con unos gritos muy afeminados y graciosos. Lo sé porque mi novio y yo hemos follado varias veces con él. Pero hoy no voy a contar historias mías, sino que la mamá de Ismael, Rosalinda, la vecina del 6º, me dijo:

— Quiero contar una historia que me pasó anteayer, pero sabes que yo no le doy bien a la pluma, ni escribo en ordenador que solo miro y leo, pero yo te la cuento y tú la escribes, la pones y te callas. Hazlo como si fuera tuya.

— Cuenta conmigo, haré lo que pueda y deba, pero te la pongo como tengo costumbre.

Y comenzó a contar.

***** ***** *****

Desde siempre he sabido que mi hijo es gay y jamás me ha extrañado, sino todo lo contrario, era feliz precisamente por eso. Así se lo decía a mi marido:

— No vamos a perder un hijo, igual ganamos dos, porque Ismael se va a quedar a vivir aquí en casa con Luis.

— Bueno, me parece bien, prefiero que no estemos abandonados, porque si se van, igual nos olvidan, —decía mi marido.

Conversaciones como estas las teníamos continuamente, porque los veíamos tan enamorados uno del otro y casi siempre viniendo a nuestra casa los fines de semana. La verdad es que en casa de Luis, no es que lo despreciaran o no lo quisieran, pero no esperaban que se hiciera un novio. Y ya no es para ellos lo mismo, les parecía bien que fuera gay, pero con pareja ya no. Por el contrario yo estoy feliz.

Yo tengo una costumbre que mi marido me ha querido corregir siempre, pero yo soy impertérrita (así me lo dijo) y no puedo, la verdad es que tampoco quiero. Mi costumbre es escuchar a hurtadillas a todo el mundo: si en el super descubro a dos contándose sus cosas, me entretengo mirando en el stand para saber qué dicen. Si viene a la finca un nuevo vecino, soy la primera en enterarme y reviso cielo y tierra para saber de su vida. Tú me comprendes, porque nos hemos hecho amigos gracias a mi costumbre, por eso pienso que no debe ser tan mala si me produce amigos… ¿No te parece?

Bueno a lo que voy es que he vigilado desde el primer día a mi hijo y a Luis, su novio. Me he hecho la desinteresada pero, cuando se meten en su cuarto, desde el primer día que he estado escuchando sus conversaciones, sus relaciones y se dan cada sesión de sexo, que no veas, hasta yo me corro con solo escuchar sus gritos y gemidos desde la puerta.

Están de verdad enamoradísimos. Un día, al poco de hacerse novios, entraron en la habitación, dejé pasar un tiempo y me fui descalza y con solo mi bata me fui a la habitación de al lado que usamos para visitas. Se oye todo muy claro, aunque no se puede ver. Pero yo había puesto en el toldo de la terraza-balcón donde queda su puerta un espejo en el que se veía su cama que es lo que a mí me interesaba. Desde al lado y cerca de la salida al balcón podía ver. Me senté en un sillón abatible y escuchaba todo lo que decían. Primero hablaban de varias cosas, luego bebían whisky, porque yo limpio la habitación y lo remiro y descubro todo, pero lo dejo todito igual que estaba, para seguir entrando.

Me gusta oler los calzoncillos de mi esposo, los suspensorios de mi hijo. Casi nunca huelen a orina pero siempre a semen. Me gusta el olor a macho. Últimamente huelo incluso los slips de José, esos me apasionan, los huelo, me los restregó por la cara, los chupo, meto un dedo por donde se acomodan su pene y sus huevos y me lo llevo a la boca, succiono todo el macho que queda impregnado ahí. Y suspiro, y se me pone húmeda mi concha, y me la toco y me la vuelvo a tocar y me la masturbo y me viene mi orgasmo con el slip de Luis en mi clítoris y lo siento y lo deseo y cierro los ojos y mi imaginación escapa.

Tengo siempre curiosidad por ver cómo hacen el amor mi Ismael y Luis. Mi hijo se manifiesta como muy pasivo y deseoso. Primero se besan apasionadamente y yo me pongo junto al cristal por el que miro y lo beso igualmente como si besara los genitales de ellos, hasta que veo cómo mis babas discurren cristal abajo. Pero sigo mirando y se besan y se pasan la lengua uno al otro. Pero…, ¡cómo de enamorados están! ¡Nunca pensé que dos chicos gays se pudieran amar tan intensamente! Siempre había pensado que se hacían un polvo rápido y hala, a la calle. Pero estos hijos míos, perdón, es que Luis es ya como mi hijo, ellos me han demostrado que el amor entre ellos es verdaderamente real, lo hacen muy pausadamente y lo disfrutan más que yo con mi esposo, que es un aburrido. Mi esposo viene, me levanta la ropa, ni me desnuda, me la mete, me folla rápido, suelta sus jugos y saca su polla. Luego se pone a roncar. Disfruto más viendo a mis chicos que follando con mi esposo.

Luego de besarse apasionadamente se van desnudando, pero, no, no se desnudan, cada uno va desnudando al otro, se quitan la camisa, se acarician el pecho, aprietan sus pezones, se los besan, lamen y succionan como si fuese a salir leche de ellos. Y se les ve cómo cierran los ojos de placer con la cara levantada hacia el techo de la habitación. Luego se desabrochan los pantalones; el cinturón lo tiran por cualquier parte como hicieron con la camisa, luego se bajan la cremallera, a veces los dos al ritmo, otras uno se adelante, se descubren sus paquetes, los acarician por encima de sus interiores, se chupan la mano porque ya están húmedas, seguro que del pre semen que ha pasado a sus manos, se bajan los pantalones a los tobillos, se descalzan y se sacan los pantalones que tiran lejos como si fueran una pelota de fútbol. Es todo muy apasionante.

Con sus interiores puestos, descalzos y sin más ropa, siguen besándose pasando sus manos por todo el cuerpo. ¡Cómo acaricia Ismael el paquete de Luis…!, como quien quiere llevarse una sorpresa cada vez. Luis va metiendo sus manos por detrás de la cinta del jocks y acaricia sus nalgas. Es entonces cuando comienza a poner sus dedos dentro del agujero del culo, atraviesa el ano, da vueltas masajeándolo y mete y saca. Ismael suspira y la polla que está acariciando va creciendo. Ismael desnuda del todo a Luis sacándole su slip. Luis se sitúa detrás de Ismael y se apresta a meter su polla en el ano de Ismael sin quitar el jocks, acierta al rato, mientras se besan uno detrás y otro delante y por fin entra la polla de Luis por el culo de Ismael y llega al fondo, grita Ismael y ruge Luis, luego gime Ismael y sigue rugiendo Luis e inician un movimiento, el mete y saca, como si estuviera follando una vagina. Y los veo por el cristal cuánto disfrutan largo rato los dos.

Gritan mucho, se dicen burradas, se hablan en femenino, puta, zorra, maldita, maricón, zángano, jodida polla, y se los van repartiendo indiscriminadamente. Mi hijo soporta muy bien los tratamientos en femenino. Mientras Luis lo folla, él insulta a Luis que aguanta perfectamente los hijo de puta que Ismael le suelta.

Cuando veo que ya ha descargado uno dentro del otro y el otro se corre fuera a donde le llegue, salgo sigilosamente y me voy a mi cama, con mi concha totalmente húmeda, en la cama me agarro mis tetas, me acaricio mis pezones y sigo masturbándome hasta volver a tener mi orgasmo, mientras tanto mi esposo duerme y ronca sin parar y sin enterarse de nada.

Pero el miércoles pasado que estuve viéndolos como te he contado y como he hecho tantas veces, se levantó mi esposo temprano el jueves y llamó a Ismael para que le acompañara a su taller que necesitaba ayuda. Ya habían quedado la víspera. Se fueron a la cocina para desayunar y yo me adelanté y ya estaba preparándoles algo. Mi esposo estaba refunfuñando y no sabíamos por qué y mi hijo estaba brillante, feliz y con ganas de trabajar, y eso que tenía necesariamente que estar cansado. Desayunaron y se fueron. Yo volví a acostarme para dormir como una hora más, me hacía falta. A la hora aproximadamente sentí ruidos y me imaginé que era Luis. Me levanté para prepararle el desayuno, me puse una bata encima del cuerpo anudada suavemente con un cinturón.

Mientras estaba preparando unos huevos rotos con chistorra que sé que le gustan, se me aflojó la bata sin darme cuenta. Puse los huevos y la chistorra en el plato tan inconscientemente que había colocado la chistorra en medio de los dos huevos. Luis lo vio, me sonrió y cogió el bote de mayonesa y puso una chorretada de mayonesa justo en la punta de la chistorra. Ni haciéndolo adrede le podía salir tan bien la chorretada. Me miró sonriente y de pronto se puso muy serio mirándome de arriba abajo. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía la bata abierta. Me iba a anudar de nuevo y se levantó a toda prisa y me la quitó dejándome desnuda.

Me contempló con ojos deseosos y ávidos de lujuria y me dijo:

— Pero, Rosalinda, qué lindo cuerpo tienes, pareces una chiquilla, ni me imaginaba…

— No me ofendas, que no es para tanto…, tú si lo tienes de verdad bello, me gustas, —dije sin medir las palabras.

— ¿Cómo sabes de mi cuerpo si no me has visto nunca desnudo del todo?

— Bueno, bueno, intuición que tiene una, que ya es experimentada, —le dije acercándome hacia él.

Me pareció que no iba a reaccionar o que iba a dar un paso atrás, pero me preguntó:

— ¿Quieres juego?

— Yo sí, pero no creo que tu puedas…, —respondí

— ¿Por qué dices eso, Rosalinda?

— Porque a un chico gay no le van las mujeres.

— Y… —empezó muy zalamero, quitándose la camiseta— ¿quién te ha dicho a ti que yo soy gay?

— Ahora no te me pongas tonto, que eres el novio de mi hijo…

— ¿Acaso el novio de tu hijo tiene que ser necesariamente gay?

— Y si no, ¿qué va a ser?, —y ya me tenía los dos brazos rodeándome el cuello y sus labios junto a los míos.

— Podría ser bi… bisexual, ¿sabes qué es eso?, —contestó susurrando mientras me besaba en los labios muy sensualmente.

Cuando me había dado la lengua, espontáneamente la acepté y le crucé la mía. Me dio un fuerte escalofrío en todo mi desnudo cuerpo. Le lamí y mordí el lóbulo de la oreja y le susurré al oído:

— ¿Sabe Ismael que eres bisexual?

— Sí; lo sabe, también sabe cómo nos espías cuando hacemos el amor y cómo nos miras por el espejo que has puesto…

Se me aflojaron las piernas y me desplomaba. Luis me cogió de los brazos y la cintura y me sentó en un sillón. Yo me tapaba mis genitales y Luis separó mis manos para contemplarme. Yo estaba aturdida.

— Mira, mamá —me gustó mucho que me llamara mamá—, sabemos que tu esposo es frío y que pasas mucha abstinencia. Casi desde el primer día nos dimos cuenta y nos gustaba que nos vieras. Ismael te ama con toda su alma y sufre porque tienes un marido solo para servirlo, pero no te hace gustar el sexo ni te muestra amor, solo se descarga él y ni se interesa de más. Eso suele pasar. Pero no sufras, también me gustan las mujeres y tú, mamá, más que ninguna otra que haya conocido, porque me gustan maduras, experimentadas y ansiosas…, como tú, mamá.

Me animé al escuchar estas palabras y casi por instinto, le bajé el pantalón ancho que llevaba y no estaba atado sino solo se sujetaba con el elástico. Vi su polla tan cerca que no pude hacer otra cosa que metérmela entre las manos para acariciársela y también su gran escroto con dos pelotas duras en su interior. No me atrevía a levantarme ni a ponerme delante de él de rodillas por si no respondían mis piernas que las sentía con hormigas en toda su extensión.

— Chúpalas, cariño, —me dijo.

Me las puse a la boca. Para que estuviera más cómoda, se adelantó y pude tener mi espalda bien acomodada. Chupé su polla, y me iba masajeando yo misma mi clítoris y metía dedos hasta dentro. La polla de Luis llegaba hasta mi glotis, a veces me faltaba aire, Luis lo notaba y me alejaba un poco la cabeza para que respirase y la volvía a meter en mi boca. Estaba dura, muy dura y le pedí que me follara. Me tomó de las manos, me puso de pie, me llevó a la mesa y me reclinó sobre la mesa, tras quitar los platos del desayuno. Justo estaba a su altura y me comenzó a penetrar. La metió del todo y se agarraba a mis tetas, pellizcándolas con toda su mano, una en cada teta y me iba besando toda mi cara, frente, ojos, mejillas, nariz, boca y barbilla. Yo me pude incorporar y me agarré a su cuello, crucé mis piernas por su cintura apoyando los talones en sus voluminosas nalgas, mientras él me dio la vuelta para apoyar sus nalgas en la mesa y comenzó a follarme. Largo rato lentamente. Luego lo fui inclinando sobre la mesa y lo tumbé del todo espalda sobre la mesa y comencé mis movimientos casi en vertical. Iba follando mi coño y yo me sentía feliz hasta que gritó:

— ¡Que me voy!, ¡que me corro!

Me levanté mi cintura y salió su polla de mi coño, me senté encima de sus muslos y comenzó a eyacular chorros de semen que me llegaron hasta le cabeza, el cuello mis pechos y mi abdomen. Luego se puso a reír de una manera muy extraña, mirando al dintel de la puerta del comedor. Me di la vuelta y allí estaba mi hijo Ismael viendo lo que estábamos haciendo. Me puse a temblar y quería irme. Luis me amarró fuerte de mis muñecas y no pude escapar. Entró mi hijo, me miró con cara sonriente. No sabía si era de contento o de rabioso. Una sonrisa que también podía ser de deseo. La polla de Luis estaba junto a mi concha cruzándola por fuera y dura. No supe si se había vuelto a despertar su polla o nunca se había dormido. Mi hijo delante de mí se desnudó. Se puso en mi espalda, su pena acariciaba mis nalgas y me metió un dedo en el culo. Perdí entonces la resistencia y me metió otros dos. Alargó el brazo, agarró el bote de mayonesa se untó los dedos y me los pasó por el culo. Yo estaba tan sorprendida que no sé qué estaba pasando. Ellos se miraban y sonreían. Mi hijo por detrás giró mi cara y me besó apasionadamente dándome su lengua y yo le di la mía. Vi entonces que le guiñaba el ojo a Luis y de pronto los dos al mismo tiempo me empalaron uno por el coño y mi propio hijo, el fruto de mis entrañas, hijo de un extraño para él que desconoce porque mi marido tiene su semen estéril y no lo sabe, ambos a la vez me empalaron y a la vez de modo rítmico se pusieron a follarme cada vez más duro. Se corrió mi hijo en mi culo. Luego, mientras Ismael me besaba, se corrió dentro de mí vagina Luis. Nos incorporamos y nos tiramos los tres como una gavilla sobre el sofá.

— Mamá —dijo Ismael— tienes espacio con nosotros, no hace falta que te escondas, te queremos con nosotros, deja que papá ronque tranquilo y haz tu vida con nosotros.

— Rosalinda, mamá, no te preocupes, si quedas embarazada, queremos el hijo como nuestro, seremos nosotros los papás y tú lo criarás como su querida abuelita.

Ya llevo tres noches con ellos en su cama, habitualmente tienen sexo todas las noches y yo llevo tres noches teniendo sexo con los dos. Mi hijo dice que no puede follarme en mi concha, por detrás imagina que soy Luis. Están decididos a dejarme embarazada y yo comienzo a desearlo también.

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