sábado, 18 de julio de 2020

Pajilleros en la Universidad

El relato que voy a contar ocurrió en mi primer año de Universidad, con un compañero.

En la Universidad los baños eran utilizados por chicos de cualquier curso. Aunque había varios y se situaban próximos a las diferentes zonas de cada curso, también los había comunes donde coincidíamos chicos de cualquier curso.

En los descansos era costumbre que todos los chicos acudiéramos a los aseos para orinar o beber agua antes de regresar a clase. Yo era de los que lo hacía.

Aunque me ponía mucho estar con más chicos compartiendo urinarios y demás, nunca me había planteado que ese era un lugar para que surgiera algún encuentro sexual.

Hasta que un día me fijé en un chico que había acudido dos veces casi seguidas a los urinarios durante la jornada. Me resultó extraño y me fijé en él. 

No lo conocía porque no era de mi curso, y aunque por un momento pensé si el chico se pajearía en los urinarios (yo lo había hecho alguna vez cuando no había nadie), me convencí de que ese no debía ser su caso.

Pero un día que el chico estaba en los urinarios me puse al lado suyo y a los pocos segundos el chico se retiró y se fue. Así un par de veces hasta que pensé si en realidad podía ser verdad que el chico se pajease allí.

Un día el chico estaba en el urinario con chicos de su curso que medio en broma medio en serio le decían que si ya se estaba pajeando. Mi curiosidad teniendo en cuenta todo lo que estaba pasando acerca del chico era cada vez mayor. Hasta que un día decidí probar suerte y aprovechar con él ese deseo que al menos yo tenía de compartir con él una paja o lo que surgiera.

Pasó un tiempo hasta que ví que el chico acudía solo a los urinarios y era la segunda vez que lo hacía en el día. Los baños además estaban vacíos. Era una hora en medio de clase en la que ambos, no estábamos o no teníamos clase. Me armé de valor y me puse al lado suyo nada más colocarse él de forma que ambos debíamos permanecer allí un buen rato para que nada resultara sospechoso. Yo antes de llegar ya tenía una erección máxima y a los pocos segundos de colocarme en mi urinario me empecé a pajear disimuladamente. No se oía que el chico estuviera meando. Ya que teníamos pocos segundos para estar juntos le eché valor y me retiré un poco de la pared para que me viera la polla y cómo me pajeaba. Él chico no me dijo nada pero durante 3 ó 5 segundos a lo sumo la estuvo observando entre lascivia y susto. Acto seguido se fue. Confirmé que el chico no había ido allí a mear. Aunque mi deseo hubiese sido que nos pajeásemos juntos, en esa ocasión no lo pudimos hacer.

En cualquier caso ya habíamos tenido ese primer contacto y aunque el chico no se había quedado supongo que por vergüenza, la cara de deseo con la que miraba mi polla me daba pie a pensar que en un futuro sí que podríamos tener nuestra aventura.

Así ocurrió unos pocos días después. La situación se repitió, pero esta vez ya no partíamos de cero. Nos encontrábamos ambos en nuestros urinarios haciendo como que meábamos cuando volví a proceder de la misma manera: me retiré para que pudiera ver la polla. El chico miraba de reojo, esta vez le dije que si quería que nos la cascásemos juntos, dando por hecho que él quería hacerlo también. El chico se asustó y tras unos segundos dijo tímidamente que no y salió del baño.

Yo me fui de mi urinario pero me quedé en el baño bebiendo agua. Para mi sorpresa el chico regresó y se volvió a poner en el urinario como indicándome que quería hacer lo que le había propuesto. Así que me puse de nuevo a su lado pero esta vez directamente me la saqué sin siquiera acercarme al urinario.

Por fin el chico me dejó ver su polla. En ese momento la tenía dura pero no levantada del todo. Era una polla blanquita y con un capullo rosado y redondito que me ponía a mil. Normalita tirando a grande destacando más por su grosor que por su longitud. Ya estaba a mil. El chico se limitaba a mostrármela pero apenas se pajeaba. Yo le propuse meternos en un retrete ya que podría entrar alguien.

Estando ya dentro comenzamos tímidamente a charlar. La situación era extraña para ambos pero en el fondo nos gustaba y excitaba, como era obvio.

Empecé a hablar yo con él para romper el hielo.

– Nos hacemos una paja ¿no?.

– Sí. Vale.

– ¿Cuántos años tienes?

– 18

– Yo 19

– Eres hetero no? (Supuse que lo era para que se sintiera más a gusto con el rollo paja entre heteros).

– Sí

– Pero te da morbo pajearte con tíos no? El chico sonrió y dijo que sí.

– ¿A tí? Me preguntó

– También, claro.

– ¿Y nunca has hecho nada más? ¿Mamadas, o has pajeado a alguien? Pregunté

– No. Bueno una vez un amigo nos la chupó a varios.

El chico no lo quería reconocer al principio pero lo acabó contando.

Ambos estábamos pajeándonos ya. El chico se había empalmado ya del todo. Estábamos uno en frente del otro y con la taza del wáter en medio en el reducido espacio de la cabina.

– ¿Quieres probar una cosa muy rica? Le pregunté.

El chico disminuyó la fricción de su paja como sorprendido. Entonces me acerqué a él y le expliqué.

– Se trata de frotar los capullos de nuestras pollas como haciendo círculos.

Sin darle tiempo a reaccionar me coloqué delante de él con mi polla en la mano y acto inmediato dirigí mi capullo al suyo. El chico no sabía qué hacer. Instintivamente subía la piel para cubrirse el suyo pero le dije que al revés, que lo dejara fuera. Al principio él subía y bajaba con su polla como buscando el roce en el recorrido. A mí me excitaba pero quería hacerlo a mí manera así que le dije que si podía agarrársela y lo hacía yo con las dos. El chico estaba muy receptivo y se dejó hacerlo.

Empecé los círculos. Cada vez estábamos más excitados y llegado ese punto, también en vista de la sumisión del chico, sin mediar palabra me senté en la taza del wáter y se la empecé a chupar. De entrada el chico la agarraba con su mano como dirigiéndola él a mi boca pero yo se la retiré, le dije que retirara sus manos para yo agarrarle de los glúteos para meterla y sacarla de mi boca. El chico me agarraba la cabeza. O bien lo había visto en el porno o tenía experiencia.

No quería que acabase tan pronto nuestro encuentro así que antes de que se corriera le dije que chupara la mía. El chico empezó a hacerlo. Para mi sorpresa era todo un experto. Pajeaba a la vez que se la metía y sacaba en la boca. Me comía los huevos...

– Ya has chupado alguna más ¿verdad?

– Alguna. Jeje.

Por fin me iba a correr y dada su experiencia mamadora di por hecho que querría que se lo echase en la cara. Cuando me vine agarré mi polla y su cabeza. Él abría la boca. Toda mi leche fue a su boca y algunos chorros le resbalaban por la barbilla. Cogió un papel y la escupió. Acto seguido siguió pajeando la suya y aunque ya me había corrido tenía que hacer algo con esa polla tan maravillosa.

Seguí chupándosela pero debido a que me gustaba tanto esa polla, en lugar de dejar que acabara en mi cara, cuando el chico se iba a correr, me puse de pie, levanté la tapa de la taza y se la acabé. Quería quedarme con la imagen de su rabo lanzando la leche. Así fue. Inicialmente unas pequeñas gotas salieron de su rabo que se quedaron en mi mano para acabar con los últimos disparos salpicando por toda la taza.

Rápidamente me limpié la mano. Ambos nos vestimos y comprobando que no había nadie en los baños salimos primero yo y luego el chico por mayor precaución. Aunque ni él ni yo éramos chicos populares en la Universidad, los chicos de su clase sabían que se pajeaba en los baños así que decidimos disimular lo más posible nuestros encuentros sexuales.

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