sábado, 18 de julio de 2020

Desde que mi madre se convirtió en viuda

Hace ya mucho tiempo que murió mi padre. Cuando ocurrió yo tenía once años, por eso no sé cómo ocurrió, ni mi madre me pudo hablar de ello al menos en cuatro años; entonces me enteré por fin: mi padre agarró un mal que ni los médicos pudieron hacer nada. Se murió. Me acuerdo vivamente, aunque el tiempo dicen que lo cura todo y ya no lloro.

Lo que recuerdo es que el día del entierra regresábamos todo e mundo hacia casa desde el cementerio, que está alejado de la población. Por el camino se iba despidiendo la gente y se fueron todos. Los últimos en irse fueron mi tía Adelaida, su esposo mi tío Santiago y mi primo Santi que tenía 13 años entonces. Al despedirse, mi tía me besó muy cariñosamente, porque me quiere mucho, mi tío me dio un apretón de manos, él es poco besador, y mi primo, extrañamente, me besó en la boca, pero no di mayor importancia ni los demás tampoco. Recuerdo dos o tres besos más en la boca que me dio mi primo en diversas ocasiones, pero ya lo relataré algún día.


Nos quedamos mi madre y yo solos para llegar a casa. Los dos estábamos afligidos y muy afectados, nuestros ojos húmedos y con ganas de explotar. Estando aún en la puerta, mientras mi madre buscaba las llaves de casa en su bolso, se acercó mi tía corriendo para decirle a mi madre que había cocinado para la cena y donde lo había puesto. Nos volvimos a besar. A lo lejos mi primo y mi tío miraban. Mi primo Santi levantó la mano en un abur.

Entramos en casa, subimos en el ascensor, suerte que no encontramos a nadie. Mi madre cerró tras de sí la puerta de nuestra vivienda y se desmoronó en un violento ataque de lágrimas. Me contagié y los dos estábamos abrazados llorando. No sé cuánto tiempo pasó hasta que nos pudimos desahogar con nuestras lágrimas, pero miré por la ventana y ya estaba oscuro y eso que cuando llegamos al portan de casa aún hacía sol, aunque había sol en la parte alta de los edificios, pero el sol no se veía.

Creo que mi madre se armó de valor para hacerme comer. Ella no comió, yo poco porque no tenía apetito. Es que mi padre se desvivía por nosotros, solo pensaba en nosotros dos y estaba encima de nosotros dos, procurando nuestro bien, compraba cosas a gusto de cada uno y otros mil detalles. Una vez desaparecido el cadáver de mi padre y verlo meter en aquel nicho, eran las 4:00 de la tarde, me impresionó tanto que se me quedó grabado en los ojos como en una película. Algo así debió de pasarle a mi madre también. Después de cenar nos sentamos un rato en la sala de estar. Ninguno de los dos pensó en poner el televisor en funcionamiento, solo nos mirábamos y de vez en cuanto nos contagiábamos con el llanto.

Todo el día de atender personas en el velatorio que se hizo en el Tanatorio de la Asunción, nos había puesto animosos porque vimos la cantidad de gente que apreciaba a mi padre, pero nos cansó más de lo que nuestras personas podían resistir, aunque resistimos. Como estábamos tan cansados, mi madre me indicó que fuéramos a dormir. Me fui a mi dormitorio y me acosté. Mi madre hizo lo mismo. Pero a los pocos minutos escuché el lamento de mi madre con gritos y a voces de protesta. Me levanté, acudí a su habitación y le pregunté:

— Mamá. ¿Qué te pasa que gritas tanto? Entiendo tu dolor, yo también tengo ganas de llorar, pero es que gritas mucho…

— Sí, hijo, es que me he visto en este momento tan sola…

Me acerqué a la cama de mi madre y me senté para besarla y acariciarle.

— Mamá, si quieres te acompaño hasta que te duermas, me pudo sentar en ese sillón de papá.

— Sí, Juanchito, acompáñame, por favor.

Cuando me iba a sentar en el sillón, mi madre me llama:

— Juanchito, no hace falta que estés ahí, métete aquí y me haces compañía.

— Vale, mamá.

Me acerqué, abrió la cobija y me acosté. Nos abrazamos para decirnos buenas noches y el cansancio pudo más que nosotros.

Desperté temprano cuando mi madre se movió de la cama y levantaba su parte de la cobija para poner los pies en el suelo. Entonces supe que mi madre dormía sin sujetador, solo con un pequeño pantalón de dormir.

— Buenos días, mamá.

— Buenos días Juanchito.

Dio la vuelta a la cama y se me acercó para besarme, como hacía cada mañana, solo que esta vez sus pechos se vinieron encina de mi barbilla. Me callé, aunque no me disgustó. ¿Qué será que las cosas más raras nos gustan si las hace o pertenecen a una persona que queremos?

— No te levantes, Juanchito, hoy no irás al Colegio, ya lo saben, voy a preparar el desayuno, cuando acabe subiré para ayudar a lavarte.

— Mamá, ¿no lo hacemos a la tarde como siempre?

— Juanchito, eso es porque te levantas justo para desayunar, ir a esperar el autobús para poder llegar al colegio, por eso te lavo en la tarde, pero ahora vas a estar todo el día en casa, solo saldremos a comprar, si quieres venir conmigo.

— Vale, mamá, pero voy a quitarme la camisa de dormir porque tengo calor.

Mi madre me ayudó y me acosté. Me dormí. Mi madre me despertó cuando ya tenía la tina llena de agua. Me levanté, oriné en el baño y me metí en el jacuzzi de mis padres. Era grande, con muchas llaves. Entró mi madre y me comenzó a lavar la cabeza con champú, luego de enjuagarme la cabeza, me levanté y me lavó con la esponja de arriba abajo. Me enjuago con la regadera de la ducha y me echó encima la toalla.

— Me recuerdas a tu padre.

— ¿Por qué, mamá?

— Porque haces todo igual que él, te sientas y te levantas y mueves tus piernas como lo hacía él.

— ¿También lavabas a papá?

— Siempre desde que nos casamos.

— ¿A mí también me lavarás siempre?

— Siempre que lo desees, Juanchito, ahora eres la única ocupación que tengo.

Decidí en este momento ser como mi padre. Pensé sustituirle y que mi madre no notara su ausencia, quise llenar ese vacío. Supongo que en las personas siempre hay un espacio que no se puede sustituir por nadie ni por nada, pero mi madre intentaba llenar mi vida sin padre y yo intenté llenar la vida de mi madre sin esposo. Esta fue la razón por la que mi habitación se convirtió en un estudio sin cama. Ya siempre dormí con mamá. En la cama de mamá crecí y allí pasé mi primera adolescencia sin sentir nunca un deseo extraño sobre mi madre que no fuese el de hijo. Nadie supo nunca este aspecto de la vida de madre e hijo ni le importaba. Y de haberlo sabido cuántas cosas habrían pensado. Nunca hubieran acertado, jamás. ¿Qué sentía mi madre para con su hijo? Supongo que durante ese tiempo hasta ahora, lo que sentía era maternidad y ¿qué sabía de los sentimientos de su hijo? Que le gustaban los hombres. Que recordaba a su padre como un excelente amante, exactamente lo que recordaba mi madre, que su esposo era un excelente amante. Mi madre me respetó toda mi infancia y mi primera adolescencia. Me respetó siempre. Además, sabiendo que a su hijo le gustaban los chicos de su colegio, no todos, algunos más que otros, nunca se me insinuó, jamás me insinué.

**********

Yo cumplía 18 años y comenzó a hacer calor, era junio, día 2 del mes, sentí que me molestaba todo. Ese día había hecho un examen y me había pasado la noche entera haciendo repaso de la asignatura. Me lo sabía todo, es la verdad, pero el profesor Alvarez era muy jodido, pero aún más jodido era con Ernesto, con Fabio y conmigo. La verdad es que nos había pillado un día conversando en los baños. Tuvimos suerte, porque no hacía tantos minutos que habíamos estando dándonos unas mamadas, pero poco antes Fabio se folló a Ernesto y yo me tragué la leche que soltó Ernesto. Lo último que habíamos hecho era mamarnos los tres y estábamos a punto de salir, esperábamos que Ernesto acabara su cigarro. Estaba prohibido fumar y habíamos fumado los tres para aminorar el sabor que deja el semen. Pero cuando había entrado el profesor solo Ernesto tiró apresuradamente la colilla del cigarro en una taza, pero con la desgracia de que el profesor Álvarez lo vio y miró en la inodoro que aun estaba la colilla. Nos llevó a la dirección. Ernesto negó la acusación de que estaba fumando, nosotros dos lo confirmamos, el profesor quería oler nuestras bocas, pero Fabio se impuso diciendo que sin permiso de nuestros padres no iban a hacer nada. El director dejó pasar el asunto, porque todos sabíamos que el profesor Álvarez era rígido, exigente y malvado.

El día del examen lo sudé desde el comienzo. Cuando vi el mío, pues a cada le daba uno diferente, a simple vista lo sabía todo, pero lo tenía que hacer no soy bien sino a gusto del profesor. Conseguí un 9,50 porque el profesor es de los que se reserva el 10. Pero no quise protestar porque así le demostraba mejor mi desprecio. Pero llegué a casa, cansado y me fui a hacer una siesta, me quité la mopa, me subí a la cama y me dormí desnudo. A las 7 de la tarde vino mi madre a despertarme y me dijo que me preparara para lavarme. Lo hicimos como de costumbre.

Mientras me lavaba, me preguntó si dormía mejor sin ropa y le dije:

— Pues sí, porque hace mucho calor.

— Tu padre siempre dormía desnudo en verano e invierno, yo solo en verano, pero al estar tú conmigo he perdido la costumbre.

— Por mí mamá recupera la costumbre, porque, sabiendo que mi padre dormía desnudo, yo me decido en hacer lo mismo, —le respondí.

Fue así como comenzamos los dos a dormir desnudos a partir de ese momento hasta nuestros días, porque mi novio viene a casa pero no sale del clóset para su familia, con lo que o podemos ponernos en casa una habitación. Lo quiero, pero si por mí el no hace nada para salir del clóset, me da lo mismo, solo es un buen amigo para algún que otro polvo. Yo le he dicho varias veces:

— Gustavo, si tú no sales del clóset, yo no me comprometo a ser exclusivo para ti, tengo más amigos, en tus manos lo tienes.

Nunca responde y nunca se decide.

**********

Pero el verano es verano y pasa lo que tiene que pasar.

El día que regresé de casa de mi primo tras pasar un fin desenfrenado de sexo, me preguntó mi mamá como está Santi y le conté todo. Muchas veces hablamos en la cama para que nos entre el sueño. Ese era uno de esos días o noches que hablamos y le conté. Mi madre se calentó y me abrazó, me besó, la besé, pero como nunca lo habíamos hecho, me paseo su lengua por mi cara y luego la metió en la boca. Yo la seguí, me dejé amar y le atropellé su lengua en mi boca primero y en la suya después. Se me puso dura. No pensaba que era mi madre. Ella se dio cuenta de que yo estaba a tope y alargó su mano a su mesita y sacó un preservativo que ella mismo desenrolló sobre mi pene. Pensé que se la iba a meter por el culo y cuando levantó las piernas esa fue mi intención y mi ademán. Con una mano la dirigió a su coño, y se la metí hasta dentro, mi madre estaba en forma física, pero madura sexualmente. No me costó penetrarla, pero gimió y gritó hasta que luego todo eran gemidos y ruidos inconexos de suspiros y placer cuando yo la estaba follando a tope. Estábamos los dos sudando y se corrió abundante, me mojó las ingles y corrían sus líquidos por mis muslos, fue entonces cuando la metí hasta el fondo y me llegó mi orgasmo, que casi sin movimientos eché afuera todos mis jugos. Me quedé besando a mi madre y feliz de haber tenido mi orgasmo y haber provocado el suyo. Estábamos en silencio y yo mantenía mi polla dentro de mi madre, aunque se había bajado, pero de vez en cuando me movía follando más para que se pusiera dura. Pero mi madre me dijo:

— Dentro de un rato Juanchito; necesitaba esto porque a veces me lo paso mal de deseos.

— Mamá, pero tú te masturbas, ¿no?

— Pero no es lo mismo, Juancho, no es lo mismo, ahora tengo un hombre de mi total confianza y te deseo, te deseo como deseaba a tu padre y él me satisfacía…

— Mamá, no te haber ofendido…

— No, Juancho, no me has ofendido, ahora soy feliz de no haberme casado, tengo al mejor en casa, ¿por qué crees que puedes haberme ofendido?

— ¿No te das cuenta, mama?

— ¿De qué?

— Siempre me has llamado Juanchito y ahora me dices Juancho…

— Es que antes tenía un hijo que cuidar y ahora ese hijo es el hombre que cuida de mí.

— Claro que sí, mamá.

— Deja que te quite el condón…

— Pero pásamelo, —le dije.

Me lo pasó y me lo puse a la boca para beberme mi lefa, me quitó el condón y se la acabó. Sacó otro condón y me lo puso, diciendo:

— Tu leche es mejor que la de tu papá, la suya era muy agria y la tuya es poco salada.

— Pues toma leche, mamá.

Me abalancé sobre ella y la follé más a gusto aún que antes. ¡Como gritaba mi madre! El placer le salía a borbotones del pecho y su boca lo expresaba. ¡Qué potencial tiene mi madre! Se volvió a correr abundante y se mantuvo bien durante mis embates, volvimos a darnos una sudada completa.

— Ahora, Juancho, mira por qué libros o internet encuentras posiciones para hacer el sexo más agradable, siempre igual no. Ahora te toca a ti espabilarte. Cuando acabes tus exámenes nos iremos a ese viaje que tanto has deseado siempre, Grecia, y deseo que me lo hagas pasar feliz.

— Mamá, pero tú sabes que me van los hombres…

— Tú a lo tuyo y yo contigo, no quiero a nadie más en mi cama, no quiero desplazarme. Cuando quieras un hombre lo llevas al hotel, pero las noches son mías.

— No me digas que te engaño. Si no te gusta que vaya con hombres, me lo dices.

— Claro que sí, Juancho, si tú vas con hombre, yo sola seré tu puta, no te buscaras otra. Si te gustaran las mujeres irías tras ellas.

— ¿Eso no es egoísmo, mamá?

— Si el amor es egoísmo, lo soy.

— A partir de mañana, mamá, te vendrás conmigo al gimnasio, tienes que hacer algunas rutinas, eres bella, tienes bonito cuerpo, pero si te abandonas, te perderás.

Nunca me quejaré de mi madre, me ama por partida doble. Mi madre sabe que la amo, que no es mero complacer sus deseos, también son los míos. He leído sobre esto nuestro, si hago caso a ese asunto del complejo de Edipo, ni me han engañado ni he engañado, nos amamos mi madre y yo como madre e hijo y hay una dimensión en donde mi madre ve en mí a mi padre y eso me complace. Si sale a relucir el asunto de la bisexualidad, tengo una respuesta válida para mí, y es que si fuera bisexualidad de verdad, buscaría mujeres, no a mi madre, como busco hombres y me complazco más con los más mayores que con los jóvenes, estos engañan y mienten y prefieren follar cargados de alcohol, los mayores son más sobrios y quieren el sexo por el placer sexual. Al menos eso es lo que encuentro.

La verdad es que es rara la noche que mi madre y yo no follemos, solo cuando ella tiene su periodo dejamos de follar y nos limitamos a caricias y ayudo a mi madre a pasar el momento, aunque ya está muy acostumbrada. Quiero mantener en mi madre la juventud en su cuerpo y en su mente, que no tengan su edad. Creo que lo consigo. Cada vez la veo más abierta a cualquier posibilidad, incluso veo que en ciertas cuestiones me pasa delante. También ha influido el gimnasio, allí ha conocido gente con otros modos de pensar. Pero es mejor que dejemos esto aquí y dediquemos más adelante un capítulo al gimnasio.

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